jueves, 2 de julio de 2020

LINCE - Gestación Omega (Historia 1)







LINCE -   GESTACIÓN OMEGA
(PARTE 1)



DISEÑO DE PERSONAJES Y ARTE: GERMÁN ALEJANDRO FIGUEROA
COLOR: JOAQUIN CARRIZO
NARRACIÓN Y DIÁLOGOS: JON VILA
ARGUMENTO Y DIÁLOGOS: SILVIO ROUCO
EDITOR: DIEGO GREBOL


AEROPARQUE JORGE NEWBERY - BUENOS AIRES - ARGENTINA - 4.07 am


La noche ruge.
Un avión corta el cielo oscuro contra la pista,
como una fiera atacando a su presa.
De este lado del vidrio, las botas de un joven (25, 27 años) de campera se abren paso en el
remolino de emociones.
Por  abajo de su visera lo ve,
al estereotipo de nene genio, que no deja de señalarlo mientras su madre lo tironea sin
escuchar lo que dice, como por enésima vez. 
Recuerda cómo odia a los sabelotodos...



Cordial, la voz de Fabricio De Morais lo saca de su introversión.
Calculadísimamente pulcro. Imperturbable mano derecha de su padre. 
Tan confiable como una yarará acorralada.
- "No sé por qué me sorprende que me hayan venido a buscar" - No les deja notar la
creciente preocupación.
-"Su padre lo espera en el primer piso,  Altamira."
Suben




Imposible no ver a Robledo, su padre, sentado en la mesa del centro,
como si las demás estuvieran vacías. 
El joven Altamira sigue caminando. Erguido. 
Una mamá levanta el chupete que pisó su bota al paso,  y tira esa asquerosa
goma húmeda llena de basura bajo el cochechito, susurrándole indignada
algo a su marido que sigue tomando café. 
Un ciego come una medialuna. 
Una moza le lleva otro lemon pie a un cincuentón obeso, que todavía no termina
el del plato.
La corbata sobre la camisa de Robledo delata su físico impecable, aún a sus 50 años. 
Los hielos del whisky on the rocks, reflejan su mirada inquisidora. 
De Morais se aparta apenas el empresario hace un gesto, como si disfrutara obedecerlo.
Altamira se queda parado. No se sienta con su padre. ¿Por qué perder la costumbre hoy?
- “Me sorprenden estas atenciones, papá. Pensé que por el único que te preocupabas asi
era por Rey...”
Ya no le sirve a Robledo refugiar su mirada en los hielos del vaso. 
El joven intenta esconderse en la ironía:
- “...O por qué me vendrías a recibir a Aeroparque a las 4 de la mañana si no es
preocupación?”
- “Tal vez, Ever…”- su voz que parece ir tragándose el aire del lugar- “...saber qué conexión hay entre tu viaje relámpago al Delta y el accidente en el que murió tu hermano ahí, hoy mismo!!!”
Robledo se para, en lo que dura el shock de Ever. 
Una explosión de vidrio, whisky y hielos en su mano.
Los pulmones de Ever pierden el aire:
- “Nooo... ¡no puede ser!” -se tapa la cara con las manos.
-”Tal vez, Ever…”- sigue Robledo, sin notar las gotas de sangre que caen de su puño - “...saber por qué
naciste para ser la vergüenza de la familia, arriesgándonos con tus imprudencias caprichosas..."
Los patovicas buscan posición como si la mano de De Morais no se los hubiese
ordenado.
Ever se aprieta el rostro hasta doler:
- “Rey no..... Rey no puede ser.”
- ”...hasta costarle la vida a mi hijo!! TU HERMANO!!!!.”- Se acerca amenazante- “DECIME POR QUÉEEEEE!!!!!"
Ever se saca las manos de la cara, balbuceando:
-"Rey no puede ser..." pero ya no hay manos. 
Huesos. 
Todo huesos.
Y… ESO!!

Te recomendamos mandarle música!! 

Un movimiento inconsciente, desesperado de sus piernas contra el coloso, lo impulsa
hacia atrás,
llevándose algunos esqueletos en la caída a no se donde. Huesos bajo él se rompen.
Ever se levanta como puede entre el manojo de huesos, para escapar, 
no sabe a dónde, 
por dónde, 
de dónde.... 
y entonces
una bestia gigante, con miles de ojos, asquerosa y peluda, viene volando hacia él. 
Ever cae al suelo gritando. 
Se acerca. Algo frío entre su mano y el piso.



Clava a la bestia por sus alas, contra una pared porosa.
Mira hacia arriba. 
La figura en llamas lo mira desde su cara vacía, entre planetas y estrellas.
- “NO PUEDE SER REEEEEY!!!!” -le grita, brazos en alto, desafiante. 
Algo macizo lo taclea. Su cara aplasta una asquerosa goma húmeda llena de basura. 


Los huesos se llenaron de carne. El bullicio de la gente se fue apagando. 12000 voltios en su cuerpo.
De Morais tenía experiencia en el control de daños.
Robledo Altamira salió por donde entró, intocable.
 La ansiedad del público, aunque no sepan qué pasó o tengan la versión de un delirio
místico, jamás confundirá en su memoria ese alarido gutural, cual fiera que rompió sus cadenas, con el motor de un avión.



Ahora se apresuran a seguir cada uno con su vida. Correctamente aprendidos a no meterse. No ver
más allá. Algo reservado para los que se guían por el instinto...





...o por la pureza de su corazón.





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