martes, 28 de abril de 2020

Lince








LINCE 
HISTORIA 7
"PUNTOS Y EGO" 

DISEÑO DE PERSONAJES Y ARTE: CRISTIAN ROMÁN
NARRACIÓN Y DIÁLOGOS: JON VILA
ARGUMENTO Y DIÁLOGOS: SILVIO ROUCO
EDITOR: DIEGO GREBOL


Pocas horas pasaron del fatídico asunto de la SENTENCIA OMEGA (1).
Lince cada vez siente su superpoder visual más como parte de sí.
De lo que él no se siente tan parte es del grupo que integra.
El nene, por sus actitudes caprichosas en cuanto hacer lo que él quiere, y, si te
equivocas, no hay vuelta atrás.
Y los tres tienen demasiados no hay vuelta atrás;.
La morocha por malcriarlo en casi todas las cosas que propone, aunque ronden lo
insanamente peligroso para él (y, sobretodo, para Lince).
Pero hoy es un ejercicio.
Como a Consuelo no le gustó nada la falta de acción de lince que terminó con la vida
de la vieja (2), y piensa que se debe a la falta de vínculo entre los movimientos
inconscientes y blablabla, quiere que Lince aplique las técnicas de parkour que
ensayaron, esta vez, con vértigo real para asimilarlas.
La cita es de medianoche.
Fuera de la ciudad.
En un campo cerca del polígono de tiro de Suboficiales, donde se mantienen en pie
algunos edificios de la fábrica abandonada de armas de alta tecnología, con el
aeropuerto próximo a cerrar en el horizonte.
Los incidentes extraños hicieron al complejo bastante poco confiable.
El mito de que está embrujado mantiene alejados a los vecinos, y algunos topos de
Leonel mantienen alejados a los curiosos.
Ya con tener que conseguir transporte hasta el lugar, Lince podría dar por concluido el
ejercicio.
Pero nadie va a preguntarle a él su opinión.
El poder visual le ubica la ambulancia trucada con la que vinieron, apenas entra al lugar.
En el edificio más alto de la fábrica se encuentran.
El del pararrayos.
El laboratorio. Consuelo arranca:
-Bueno, la idea es que empieces saltando de este edificio, al de al lado. Grimpear por
la cornisa, saltar con brazo hasta el caño aquel, ahí haces una doble kong; sobre
esas dos  paredes hasta aquella garita y listo.
Mira a Lince, sentado en la cornisa, esperando que asienta para seguir.
Lince la mira con una rara mueca.
Termina por asentir con la cabeza para matar el silencio.
-Las cámaras que hice instalar hace un par de días filmaron a unos tipos que no
llegan a los 20 años haciendo ese recorrido -dice Leo.
Consuelo sigue: 20 años. Sin el entrenamiento que te dimos, sin tu estado físico, y,
obviamente, sin tu visión. Así que vos deberías tener miles de increíbles salidas
totalmente mejores.

Silencio otra vez...
Consuelo le hace un gesto.
Lince levanta las cejas: -debería... pero no va a pasar ni a palos.
-¿Queee?
-Una cosa es que tenga que saltar cuando estoy peleando con toda la adrenalina a
mil, porque me empujan, o tenga que salvar a alguien, o porque esté Pampita tomando
sol en la terraza de al lado. Pero saltar así por saltar... ni loco.
Silencio. Cara de sorpresa. Fastidio.
Leo empieza a caminar a la puerta de la terraza, para empezar a bajar sin despegar la
vista de su Tablet.
-Todo va a ser registrado por las cámaras para que después laburen juntos sobre tus
deficiencias y puedas comparar tu desempeño con los otros tipos. Te esperamos
abajo. Así que resolvé tus problemas internos, porque tenes que saltar antes de las 3
que es cuando caen los borrachos y fisuras a pelearse y vomitar.
Consuelo y el pibe empiezan a bajar las escaleras.
Lince queda solo, con la bronca que tiene que masticar siempre que el chico se
impone en lo que hay que hacer. Con la frustración que le arrastra tener esos códigos
que no le permiten romper su palabra o compromiso
Y con su poderosa visión, que le muestra cómo hacer posible muchas veces lo
imposible.
Cuando Consuelo y Leonel ya están por el segundo piso, un temblor los sacude.
Ella se afirma del pasamanos, pero más afirma la mano del chico en su otra mano.
-¿Así se sacude el suelo cuando hay un terremoto? -pregunta el chico.
-No es el suelo, -deduce la mujer -. Son las paredes.
Se rompen de adentro hacia afuera, liberando tres seres, como manojos de varillas de
hierro, caños de luz, cables y escombros, queriendo imitar una forma humana, que
caen, casi uniformemente al piso, en la misma posición, matando toda inercia, sin
rebote.





Mandale música, si te copa, lector!! 




Los tres suben en orden, como siguiendo algún algoritmo informático, mirando a la
mujer y el chico, que retroceden escaleras arriba, y hablan. No al mismo tiempo.
Sincrónicos.
Como un solo discurso turnado en tres voces:
-Dejenme solo, -dijo el primero.
-Tengo que estar solo,  -el segundo.
-Los humanos son tóxicos, por eso los eché de acá.
Siguen subiendo a medida que el hierro en sus cráneos va tomando forma de cabeza
humana, liberando el concreto que lo rodeaba. 
Consuelo empieza a correr tironeando de Leonel. 
Los humanoides apuran el paso. 
Faltan dos pisos.
-Cuando tuve conciencia. Cuando vi la luz...
-...y escuché la voz de Dios en los truenos.

Van elevando la voz. ¡Casi pueden tocarlos!
-DÉJENME SOLO, DÉJENME SER YO!!!
Consuelo saca el arma de su espalda:
-¡Leo! ¡No mires y corré a la terraza!
Cuando el pibe va subiendo, ella reparte el cargador entre los tres torsos,
desprendiendo cascotes y polvo. 
Se frenan.
-¿Ves? -corean los tres, señalando al mismo tiempo su pecho metálico casi intacto.
-¡Como un animal! -dice el hombre.





Música entrada de Lince, mandale play!




El único.
Leo ve la silueta pasar sobre su cabeza casi en cámara lenta.
Mil veces vio en acción a su superhéroe.
Pero nunca le había hecho sentir tanto que lo era.
Y claro que no va a decir una sola palabra de esa sensación.
Lince cae con un duro caño en la mano, pegando una doble patada en el pecho del
primero, que empuja a los otros dos hasta el descanso de la escalera.
-¿Qué haces que todavía no saltaste? -bromea aliviada Consuelo.
-Resuelvo problemas internos -responde mientras reparte cañazos.
Un destello en sus ojos. Circuitos, microchips, disipadores de calor en las cabezas,
una batería en el centro del pecho.
Bastante clásico.
-¿Sabes algo de estos Terminators nene? -le grita al pibe al final de la escalera, quien
no se despega de su Tablet.
-Lo único que había podido averiguar sobre el lugar es que tenía un prototipo de inteligencia artificial avanzada. Pero algo pasó y se abandonó el proyecto y la fábrica.
Estoy intentando hackear estos humanoides.
Por lo que ellos mismos dicen, esa inteligencia los debe haber activado. ¡Re-cheto!
-Cheto hubiera estado -(argh!) -que nos -(ngnh!!) -hubieras informado antes de venir.
¿Tenés alguna in... -(uff) -...formación sobre cómo desactivarlos o destruirlos?
¡Se nos termina la escalera, nene!
-Todas estas cosas deben funcionar con contraseña...pero esa información nunca fue
guardada.
-Ok. Probemos con [blandiendo el caño]: lince_22.... ¡PLANK!
 ¡Inválida! ... lince_elrepar... -(uff) -...tidordecaños... ¡CRASH! ¡Inválida! -se autorresponde.
Quedan acorralados.
Leonel arriba, tratando de hacer llamadas desesperadas.
-Nada, pibe. Que sea a mi modo... -sus ojos brillan un segundo.

La escalera.
Matafuegos.
Un tablero eléctrico.
Uno de los cables vibra por la corriente.
Caños de agua pasan por el techo ya casi descubiertos.
Su parte es fácil.
Confía que la mujer haga bien la suya. -¡Consuelo!
Tira el matafuegos al techo agrietado.... -¡YA!
Casi al mismo tiempo que la morocha dispara al tanque, que rompe caños al explotar,
descargando agua y rayos sobre los seres que se ralentizan y convulsionan.









-¡Chispas y fuego! -dicen con una sola voz.
-La chispa me dio vida. ¡ME ALIMENTAAAA!
-Ok, ya entendí, ya entendí -dice  fastidioso. -Mala idea.
Leo, desde arriba, mira un contador en su tablet.
-Ehhh....Estaría bueno que busquemos la forma de salir de acá, ¿no?
-¡Esta es la parte en la que llamas a uno de esos topos tuyos que tiene una flota de
helicópteros a una cuadra de acá! -grita Lince.
Sigue golpeando, mientras Consuelo combina balas y patadas, pero solo los retrasan
milésimas de segundos.
Leonel les grita: -En serio. ¡Deberíamos salir ya! -dice y cruza la puerta.
Los dos más abajo se miran preocupados.
Leonel nunca sugiere.
Se los sacan de encima entre el caño y las balas, y corren atrás del pibe.
-Leo, ¿Qué hiciste de lo que no estemos al tanto?
-Lince tenía que saltar hoy si o si, dijimos, ¿no? Tomé las medidas para que eso
pasara -responde corriendo a la cornisa.
-¿Qué hiciste? -pregunta Consuelo. Y luego mira a Lince: -¿Qué hizo?
Los ojos ven muy a lo lejos (en distancia, no en tiempo) el piloto eyectándose. No le
hace falta mirar más.
-Exactamente eso.
Su vista se curva y se ensancha. 
Su mente hace zoom en un viejo cable arriba a unos
diez metros y pocos lugares donde caer sin romperse algún hueso.
-Son la bacteria. Y yo tengo que combatirla -les dicen los
humanoides al unísono casi en sus espaldas.
Lince agarra el arma de Consuelo mientras mira para arriba y ella corre con Leo: -¡Cuando yo les diga, se agarran fuerte de mí!
-¿Queeeee? -pregunta ella.
-Voy a necesitar mis dos manos para agarrarme de lo que vea, ¿estamos de
acuerdo? -mientras sigue corriendo hacia ellos.
-¡SHKMEK MOJAI! -exclama Consuelo, lo cual genera que sin verse Lince y Leonel
abran los ojos con la misma sorpresa.
Los ojos del héroe agigantan el terminal del cable al poste. Puede ver el pulso de su
mano sosteniendo el arma. Cientos de datos que le hacen saber cuándo disparar para
no fallar, incluso corriendo. La bala corta el cable, que se suelta y péndula hacia el
vacío delante de ellos.
-¿Que quiere decir eso, mujer? -pregunta Lince agarrando al pibe en la carrera.
-¡Nuncaaa! -contesta sin responder la morocha saltando junto a Lince. Se agarran del
héroe a su voz de "¡YA!"; inconscientemente como obedeciendo, y él atrapa el cable que
pasa frente a ellos con el avión de fondo incrustándose en el edificio. 







Se desliza cable abajo mientras se balancea, hasta chocar contra una pared
amortiguado por sus piernas. 
Se suelta. La mujer instintivamente pone al chico arriba. 
En el mismo segundo, Lince se pasa abajo, recibiendo todo el impacto contra un techo
de chapas, que cruje. 
Todo explota cruzando la calle. Vuelan cuerpos metálicos. El héroe empieza a golpear
desesperadamente con su talón una de las chapas, que, al romper el tirante de abajo,
vuelve a la estructura un tobogán, haciéndolos rodar hasta el piso. Salvándose de la
llamarada que salió a devorarlos por uno de los pisos. Los dos agotados y doloridos.
Escanea huesos y órganos. El chico, se levanta en mitad del control y sacude el polvo,
ileso y extasiado:
-La próxima, ¡abro los ojos!
Mientras revisa su tablet, Lince aún desde el suelo, se alerta y le grita.
-¡Leo, vení para acá! -con tanta potencia que Leo inconscientemente le obedece a la
vez que lo que queda de un anticuerpo en llamas, al rojo vivo, corta como puede la
nube de polvo.
-Ustedes ... son la....  b-b-b-bacteria. ¡Son l-l-l-l-la amenaza!
Leo sin dejar de retroceder teclea algo en la pantalla, lo mira y dice -¡No te imaginas cuánto!
La ambulancia reforzada lo choca en seco, deformando lo que quedaba de metal, explotando
todo lo inflamable.







La morocha suspira. Unos cuantos cortes y golpes. Nada serio.
Exhala y mira al cielo, entre quejidos de dolor:
-¡Jajajaja! Doble.... maldita... Kong... ¡Jajaja! -se ríe entre dolores Lince.
Ella lo mira. Mira al chico. Solo Lince ve su risa. Se paran como pueden, suben a la
camioneta.
-Fue una suerte que no se rompiera la tablet -dice Leo.
Lince se recuesta en la camilla: -No fue suerte. No pensaba volver caminando.
Consuelo se sienta en el asiento de conductor y se relaja. 
Leo, desde el asiento del acompañante, prende la sirena con la tablet y acelera. 
La camioneta se pierde en la distancia con un nene caprichoso, una morocha que lo consiente y el hombre con la visión más poderosa de la tierra en curso al punto ciego que es lo insanamente peligroso.
No hay vuelta atrás.


(1) Ver LINCE HISTORIA 6 
(2) Ver LINCE HISTORIA 4 
(Ambas Historias próximamente en EDICIONES HAZAÑA)

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